viernes, 19 de febrero de 2010

Hacia una estrategia educativa del SXXI: el diseño tecnopedagógico

Desde el enfoque constructivista, el conocimiento no queda asegurado por el diseño de los contenidos o materiales de aprendizaje. Se debe asegurar tanto el significado del contenido a aprender como el sentido que tiene para el estudiante ese contenido. Es por eso que se releva la importancia del triangulo interactivo: alumno-contenidos-profesor, lo que Onrubia llama actividad conjunta. A partir de esto, se vuelve central analizar lo que efectivamente sucede en la práctica, es decir el uso de las herramientas y contenidos así como la interacción entre los participantes, creadores y consumidores de conocimiento y aprendizaje.

Entonces creo, que desde la perspectiva constructivista, lo primordial corresponde al diseño de las instancias evaluativas del proceso de aprendizaje, el cual permite establecer mediciones y retroalimentaciones permanentes respecto de cómo se están utilizando las tecnologías, cómo se dan las interrelaciones, la interactividad y la actividad conjunta en la realidad. “En esta lógica, el punto de partida de las tareas de diseño no es únicamente el contenido a transmitir, sino también, y fundamentalmente, las formas de organización de la actividad conjunta que se pretende que aprendices y profesor desarrollen.”(Onrubia pg.10).

En este sentido, constructivismo y diseño pedagógico pueden coexistir y coexisten; “en la interrelación constante y continuada de diseño y uso”(Onrubia pg.11), es decir analizando constantemente el uso que se le da al diseño elaborado. Lo anterior supone un monitoreo constante de la relación existente entre la conceptualización, implementación y aplicación de los enfoques, metodologías y recursos, del rol que se busca que tenga el profesor en el andamiaje educativo.

Para observar cuál es la distancia entre lo potencial (diseño) y lo efectivo (uso) se requiere contar con un punto de medición; es decir el diseño. Es en la interrelación diseño-implementación-uso donde se gestiona la calidad del proceso de enseñanza y aprendizaje. Y al incorporar el uso de las TICs en este diseño, Onrubia habla del diseño tecnopedagógico, concepto a mi parecer muy apropiado. “Mantener y avivar la reflexión sobre los objetivos y criterios que deben guiar la incorporación de las TIC a las prácticas educativas, así como también a la importancia de la investigación empírica sobre los resultados y aportaciones de dicha incorporación para la mejora de la calidad de la enseñanza.” (Onrubia pg.13).

El diseño pedagógico del SXXI debe entonces considerar contenidos, medios, pero también roles del docente, roles del estudiante y de otros agentes, así como los elementos socioculturales correspondientes al contexto individual y entorno colectivo. Y dado el carácter flexible, dinámico y cambiante que esto puede resultar, las fases permanentes de evaluación se vuelven la esencia de este diseño tecnopedagógico. De este modo, podremos analizar y retroalimentar los qué, cómo, para qué, cuándo y dónde, y articular la relación estudiante-profesor-contenidos -sin perder de vista el contexto y las situaciones de prácticas y uso, es decir asegurando significados (lógico/potencial) y sentido (sicológico/uso) en el proceso de aprendizaje.

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